Sara es una mujer desgraciada, desorientada, egoísta... En su camino encuentra el amor y se entrega a él, vendados los ojos, como es de rigor. Y camina a tientas; pero en ese caminar no ha perdido la facultad de decidir. Y si la apurasen mucho, mucho, llegaría hasta a quitarse la venda. Más tarde, inesperadamente, le sale al paso la idea de los hijos y se entrega a esta idea, a estos posibles hijos, ciegamente, por puro instinto que ni elige ni decide. Y en esta ceguera total es donde empieza a ver claro...
Premio Planeta 1966