El fulgor y la sangre, finalista del Premio Planeta 1954, narra la tensa espera de unas mujeres, esposas de guardias civiles, que, situadas en un pueblo castellano, saben que hay entre los suyos un muerto en acto de servicio, ignorándose de momento quién pueda ser. Mediante una precisa alternancia del presente y el pasado, desfilan ante el lector las lentas horas de congoja, las pequeñas humillaciones de la vida diaria y los recuerdos de la guerra civil que persiguen a cada uno de los personajes, con sus temores e insatisfacciones.
Son apenas ocho o nueve horas de un día de verano en las que el tedio de un presente sumido en la depresiva y taciturna viada cuartelera se une al moroso sondeo de la memoria. Su alternancia desvela la miseria, la sordidez y los descalabros físicos y morales de la guerra civil y la posguerra. Aldecoa consigue en El fulgor y la sangre la máxima temperatura sensorial, en una singularidad testimonial matizada por la fusión de elementos trágicos y grotescos.
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