Con Redoble por Rancas, Manuel Scorza inició un vasto friso épico con el que denunciar ante el mundo lo que el escritor denominó La Guerra Silenciosa. De esta guerra dijo que, «opone, desde hace siglos, a la sociedad criolla del Perú y a los sobrevivientes de las grandes culturas precolombinas». A esa patética novela, que tanta resonancia tuvo en lo literario y en lo político, le seguiría un nuevo título: Garabombo, el invisible. Ésta sería la segunda parte de una pentalogía que continuó con El Jinete Insomne, Cantar de Agapito Robles y La Tumba del Relámpago.
Un nuevo héroe se alza audazmente, en esta segunda parte de la pentalogía: es Garabombo, «invisible como invisibles eran todos los reclamos, los abusos y las quejas», escribe Scorza. Un personaje inolvidable y opuesto al antihéore que ya aparece en Redoble por Rancas, ese juez Montenegro, con el que se simboliza una opresión. A la vez documento histórico y cuadro literario de Historia, Garabombo, el invisible es otra espléndida creación de Manuel Scorza, en la que también asistimos a lo fabuloso como componente de la realidad. Igual que cada una de las partes de esta pentalogía, Garabombo, el invisible posee unidad propia, lo que permite una lectura independiente de los demás títulos que integran el gran ciclo épico que es La Guerra Silenciosa. Ciclo que ha hecho de Manuel Scorza uno de los más justamente famosos novelistas hispanoamericanos.
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