domingo, 2 de julio de 2017

En la noche no hay caminos de Juan José Mira

Los personajes de En la noche no hay caminos se nos hacen vivos, reales a fuerza de quererlos así y no de otro modo. Juan José Mira "no ha visto" a sus figuras en la vida real, actuando después de fotógrafo más o menos hábil; ha hecho bastante más: las "ha creado" y con ellas un mundo novelístico en donde sus existencias se concatenan con rara habilidad para hacer del libro un ámbito apasionante en donde la vida y naturaleza cobran honda significación humana. Andrés Lozano, el protagonista de En la noche no hay caminos, vive en un mundo normal, equilibrado. Especiales circunstancias de su vida le impelen a lo que considera su máximo deber: sacrificarse por su familia. Pero estalla nuestra guerra y en el Madrid rojo y revuelto, sus allegados no saben mantenerse a la altura que exigen las circunstancias y caen vergonzosamente. Ante la súbita revelación, el mundo de Andrés Lozano se derrumba y, acuciado por oscura ansia vindicativa, abandona a los suyos. Pasan los años. Andrés vive en Barcelona transformado en uno de esos equívocos personajes que pueblan el mundillo de la nueva picaresca surgida en la posguerra. Vuelve a encontrarse con los suyos, fantasmas de un pasado ya muerto. Eso cree él. Pero al final, un final lógico e imprevisto, hondamente patético, la vida dicta su expiación. Sí, tenía razón su amigo Castro, el entrañable camarada que murió en la guerra, cuando le dijo: «Cállate de una vez. Tienes alma de tenedor de libros. Pero en la vida no hay Debe ni Haber, porque lo debes todo». Ésta viene a ser la lección implícita que se desprende de la lectura de En la noche no hay caminos, la novela ganadora del primer Premio Planeta en 1952.

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