Todo ocurrió en décimas de segundo, el tiempo justo para llevar a cabo un acto desinteresado y heroico que, inesperadamente, se convertiría en la antesala de una verdadera pesadilla. Ridley Jones, joven periodista neoyorquina hija de una familia acomodada, vio fugazmente al pequeño que cruzaba la calle, a la camionea con su conductor distraído por el móvil, y antes incluso de tener conciencia de lo que ocurría, se lanzó al asfalto para salvar la vida del niño. Una escena de película que sería inmortalizada por un fotógrafo del Post y que transformaría a Ridley, al menos por un par de semanas, en la habitante más popular de Nueva York. Peor no todas las consecuencias de la fama son positivas: apenas unos días después del suceso, Ridley recibirá en un sobre una vieja foto Polaroid en la que se puede ver a una mujer con una niña, y en el reverso, un número de teléfono garabateado y un mensaje breve pero desconcertante: «¿Eres mi hija?». Criada con afecto por sus padres, Ridley nunca había albergado dudas respecto a su identidad, pero aquella fotografía mostraba un detalle inquietante: la niña tenía la misma marca de nacimiento debajo del rabillo del ojo izquierdo que Ridley. Llevada por una curiosidad del todo justificada, ésta pronto se verá envuelta en una peligrosa investigación en la que, desconcertada, verá como las fichas de su ordenanda existencia empiezan a caer una tras otra.
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